Con un 65% de los votos, el debut más esperado de 2025 ha sido, sin discusión, el de Jonathan Anderson en Dior. La expectativa no era solo por el cambio de nombre en la puerta, sino por la verdadera pregunta de fondo: ¿cómo interpretaría uno de los diseñadores más influyentes de su generación la casa que inventó el New Look? La respuesta llegó en la primavera-verano 2026 masculina, en un desfile que sirvió como bisagra entre archivo, presente y futuro.
Sin embargo, el desfile femenino fue el que verdaderamente dio de qué hablar. Todo empezaba con una pequeña caja de cartón en mitad de la pasarela, marcada con el logotipo de 1946 que Anderson ha rescatado. De su interior, una pirámide invertida servía de pantalla para el vídeo de Adam Curtis, un collage de memorias: Dior, Bohan, Ferré, Galliano, Simons, Chiuri. Antes de ver una sola pieza, el mensaje quedaba claro: entrar en la “casa de Dior” implica dialogar con todos sus fantasmas.
En pasarela, el homenaje se convirtió en una transición de piezas de casi alta costura. La chaqueta Bar, cannage, tricornios, ecos de María Antonieta y del New Look convivían con la ironía arty y la artesanía milimétrica propias de Anderson. Minifaldas teen inspiradas en Galliano, smoking-leggings híbridos entre couture y street, zapatos flor y tacones de aire origami demostraban que la espectacularidad podía convivir con nuevas formas de uso. El diálogo con la colección masculina, presentada meses antes, cerraba el círculo: siluetas que se respondían entre sí, construyendo un universo Dior coherente bajo una única mente y un paralelismo hombre/mujer.
Este debut se percibe como un contrato a largo plazo entre diseñador y Maison: un respeto absoluto al archivo, la voluntad de emocionar y la nueva identidad que apuesta por el estilo, más que por el ruido viral. Por eso, para nuestra audiencia, era más que el desfile más esperado del año: era el comienzo de una era decisiva.
Con un sólido respaldo de votos, el segundo debut más esperado de 2025 para nuestra audiencia ha sido el de Jack McCollough y Lazaro Hernandez al frente de Loewe. Una elección con una expectativa distinta, silenciosa y profundamente simbólica: la de ver cómo una de las casas más ligadas a la artesanía contemporánea entraba en una nueva fase sin traicionar su ADN.
Tras la salida de Jonathan Anderson, el reto no era menor. Loewe llegaba a este relevo convertida en un laboratorio cultural de referencia, con una identidad artística muy marcada. McCollough y Hernandez no han optado por la ruptura, sino por una relectura desde lo presente.
La colección respiraba un aire marino, mediterráneo y físico. Chaquetas con estructuras precisas, minivestidos como placas de color, parkas ultraligeras y un trabajo cromático de rojos, amarillos y naranjas que remitía a una España abstracta, nunca literal. En los complementos, el nuevo Amazona 180 marcó el inicio de una nueva iconografía, junto a piezas virales como el bolso recubierto de mejillones o zapatos en goma moldeada.