EL LITTLE BLACK DRESS (LBD)

El vestido negro corto, el vestidito negro, el Little Black Dress, el LBD… Mil nombres designan una prenda versátil y con presencia. Circunstancial, y atemporal. Pasada, presente, y futura: el vestido negro de mujer. A lo largo de casi 100 años de historia, el vestido negro ha pasado a ser una pieza clave en todo tipo de armarios. Desde los más simples a los más complejos. 

Y es que el LBD es tanto un mensajero como un lienzo en blanco. Un elemento que habla por sí mismo, pero que también deja espacio a la imaginación y a la auto-expresión. 

La historia del vestidito negro

Pese a un largo recorrido, su debut oficial como estrella del armario femenino se considera el número de octubre de Vogue en 1926. En portada, un boceto de Coco Chanel con el diseño revolucionario por sus líneas simples.

Desde entonces, el vestido negro conquistó épocas posteriores, nombrado el Ford de la moda (el vestido que toda mujer quería tener). Gracias a la potente identidad de las grandes marcas, el vestidito negro ha podido encontrar distintas facetas que han marcado la historia de moda y cultura. Y así, nos quedan recuerdos como el momentazo de Audrey Hepburn y Givenchy en los escaparates de Desayuno con Diamantes, hasta su renacer de la mano de grandes como Karl Lagerfeld, Prada, Jil Sander, The Row o el vestido negro de Azzedine Alaïa.

El vestido negro, simple solo en apariencia, es un lienzo universal que se ha adaptado a épocas, tendencias y que ha sido subvertido por las identidades de las grandes casas de moda. Su sencillez lo eleva a un objeto de deseo y diseño infinito. Así, cada marca lo reinventa, transformándolo en un fiel espejo de su visión.

¿Pero cómo han descifrado y reconstituído los cimientos del vestido negro las grandes marcas? 

El vestido negro de Miuccia Prada

En el mundo cinematográfico de Miuccia Prada, el Little Black Dress nunca pierde el sentido ni el lugar. Revolucionaria de ideas, para Miuccia el vestido negro es el ejemplo perfecto de su filosofía: complejo pero últil, depurado pero utilitario, simple pero profundo. El vestidito negro es un manifiesto. 

Para Miuccia Prada, conocida por subvertir ideas clásicas con una complejidad intelectual, el LBD es una prenda cargada de simbolismo. Según contó hace un tiempo:

“Diseñar un vestido negro es tratar de expresar en un simple y banal objeto la gran complejidad de la mujer, de la estética y del presente”.

En Prada, la sencillez nunca es plana. De hecho, todo lo contrario: detrás de la sencillez se esconden complejos malabares, reflexiones y fases hasta llegar al resultado final. Fan incondicional de las arrugas en fibras como la seda o el satén, la directora creativa encuentra siempre su manera de traducir la complejidad humana al vestido negro. Cada corte, cada pliegue, cada volumen están hechos con precisión y reflexión.

El LBD de Prada puede presentarse con una silueta en apariencia minimalista. Pero es en los detalles, como un cuello estructurado o un plisado con un sutil volumen, donde encontramos las señales de vuelta al camino de Prada.

El vestido negro de Jil Sander

Como pionera en vestir a la mujer en su incorporación al mercado laboral, Jil Sander trazó líneas muy claras en sus diseños. Heidemarie Jiline Sander encabezó la generación de diseñadores como Miuccia Prada o Martin Margiela. Una generación que empezó en los 80 despojando la ropa femenina de elementos innecesarios. Y que en los 90, culminaron su trabajo en un movimiento que hoy conocemos como minimalismo.

Para el legado de Jil Sander, el vestidito negro perfecto es aquel que viste más poderosamente a la mujer, pero sin elementos innecesarios. El LBD encuentra en Jil Sander una visión de la elegancia más austera y conceptual. Bajo Licey and Luke Meier, el vestido negro Jil Sander se encuentra con elementos arquitectónicos. Volúmenes, metales, plumas, o cortes juegan en una compleja balanza dentro de los vestidos Jil Sander.

Manteniendo la obsesión por las líneas limpias, y con mayor permisividad de ornamentos, la marca transforma el vestido negro en un símbolo de pureza estilística. Para Jil Sander, menos es más, y el LBD no necesita distracciones para ser memorable.

El vestido negro según The Row

La interpretación de The Row del vestido negro es un verso en una oda a la elegancia discreta. Las hermanas Olsen, fundadoras de la marca, son las herederas perfectas del minimalismo de los 90. Centradas en crear prendas perfectas que queden espectaculares, para The Row el vestido negro es una pieza clave. El vestido negro The Row es un elemento transtemporal, diseñado con la atención puesta en forma, caída y material.

Los vestidos negros de The Row suelen caracterizarse por siluetas oversize pero impecables en su caída. Siluetas famosas como el Isora o el Lilibet son ejemplos perfectos de siluetas clásicas llevadas a lo contemporáneo. Un vestido negro de la marca podría reconocerse por un escote sobrio, costuras y capas impecables o un forro de seda que solo quien lo viste puede sentir. 

Así, The Row se convierte en una experiencia íntima y personal más allá de una pieza que luzca solo estéticamente. Para The Row, el lujo es la ausencia de ostentación. La marca defiende como la opulencia real es la experiencia de llevar algo perfectamente confeccionado. Como el lienzo de los artistas que las inspiran, el vestido negro The Row sirve como medio de expresión que cobra vida sobre el cuerpo de la mujer en movimiento.

Bottega Veneta y su visión del Little Black Dress

El clásico vestido negro de Bottega Veneta es una muestra de innovación. Al igual que el resto de ready-to-wear de la marca, el vestido negro Bottega Veneta juega entre los límites de lo artesanal y lo glamuroso. El factor WOW de los vestidos de la firma queda evidente por su presencia en alfombras rojas de todo el mundo. Bajo sus distintos directores creativos, los vestidos de la marca han jugado varios papeles.

Uno de ellos es innovar en formas y materiales. Esto se ve en la aplicación de plumas, costuras, cuero, volúmenes sutiles, detalles en metales preciosos y curvas que parecen imposibles. Conocida por sus materiales y experiencia táctil, la casa italiana eleva el LBD al incorporar elementos que reflejan su maestría en el trabajo con tejidos.

Recientemente, bajo la dirección creativa de Matthieu Blazy, Bottega Veneta ha reinterpretado el vestido negro como una pieza donde la textura es la verdadera protagonista. Desde vestidos en cuero hasta diseños con materiales mixtos como la seda y la lana, cada LBD de la marca cuenta una historia a través del detalle.

Pero ya con Giles Deacon, desde su primera colección de ready-to-wear para la casa en 2005, siluetas y texturas han sido parte indispensable del ADN de Bottega Veneta.

Los vestidos negros Azzedine Alaïa

El legado de Alaïa está profundamente arraigado en la historia de la moda. Su maestría para esculpir tejidos y siluetas que abrazan el cuerpo de la mujer ha pasado a la historia como precursora del vestido moderno. En sus manos, el vestido negro pasó de ser algo excesivamente sobrio a una obra que celebra la forma femenina. 

Como "Rey del Cling", era famoso por su dominio de tejidos elásticos pero estructurados. Así, revolucionó la forma de concebir el vestidito negro, dotándolo de una sensualidad contenida y modesta, pero poderosa. Alaïa elevó sus vestidos a una forma de arte, creándolos a mano sobre el cuerpo de las modelos antes de mandarlos a la pasarela.

Hoy, bajo la visión creativa de Pieter Mulier, la visión de Alaïa se revisa con un balance entre innovación y reverencia al archivo de la casa. Mulier ha introducido un lenguaje contemporáneo que mantiene la pura esencia Alaïa: vestidos que abrazan el cuerpo con precisión casi quirúrgica, enfatizando libertad y sofisticación.

Los vestidos negros de Alaïa by Mulier transitan entre lo clásico y lo vanguardista. En su debut como director creativo, Mulier presentó vestidos que mezclan la sensualidad de Alaïa con un nuevo dramatismo: piezas esculturales, tejidos casi de segunda piel, y cortes que juegan con luces y sombras. Bajo su dirección, el vestido negro de Alaïa adquiere una dualidad única: por un lado, evoca las formas icónicas que Alaïa perfeccionó durante toda su carrera. Y por otro, introduce elementos que lo adaptan a la mujer actual.

Saint Laurent y el vestido negro

No podemos hablar del vestido negro sin hablar de Saint Laurent. Si alguien ha elevado el Little Black Dress a otro nivel, ese es Saint Laurent. De los diseños originales de Yves Saint Laurent a las reinterpretaciones contemporáneas de Anthony Vaccarello. El LBD de la casa francesa es todo un símbolo de sensualidad y dramatismo.

Los vestidos negros de Saint Laurent son conocidos por su aire entre sensual y misterioso. Si bien los 80 fueron un periodo de gran exploración del color para la firma, el tono azabache es quizás el más representativo de la casa. Al oír “Saint Laurent”, uno puede cerrar los ojos y visualizar esa figura esbelta, con el traje entero negro, las gafas de sol y los talones de aguja. Tan emblemática es la figura de Saint Laurent, que Anthony Vaccarello logró récords de ventas con su interpretación de la misma. 

Para YSL, el vestido es un elemento esencial del misterio que rodea a  la marca. Desde vestidos mini con lentejuelas a diseños largos y ultra-ligeros, con escotes pronunciados. Los materiales protagonistas del vestido negro Saint Laurent suelen ser el terciopelo, el satén y el encaje. Sobre ellos, hombros ochenteros o aberturas laterales  añaden el toque final de teatralidad.

Así, el Little Black Dress ha demostrado ser un reflejo de historia de la moda. Unificando estilos y estéticas, el mismo lienzo se transforma sobre la figura que lo lleva, colaborando o discrepando con la estética de la firma detrás. Y en todo este transcurso histórico, no cabe duda que el vestido negro es un arma de muchos filos, insdispensable en el armario de la mujer del siglo XXI.